El aire
Embalsamado en jacintos
corría por la ladera
despeñándose infinito
por una roca Tarpeya
desesperado, contrito.
Por no ceñir las hechuras
de tus andares bonitos.
Por envidiar tus alientos,
que pueden darle achares
a las carrizos sedientos
a los juncos de la charcas
y a las aves en su vuelo
que suelen darme pesares
cuando pasas sin mirarme
y me dejas solo duelos.
El viento como mi alma
llora para sus adentros
las ausencias de tus ojos
la soledad y el desprecio.