Alboradas.
Hay mañanas, que como entonces, te despertaban ruidos familiares en el zaguán.
El rebuzno del viejo asno del vecino.
Un batir de huevos para las
tortillas.
El olor a mirra, que dejó en el catre, el cuerpo de la
mucama.
¡Ah! aquellos días en la casa solariega, donde el delfín tenía
derecho de pernada. Aquella dulce niñera de mis primos que se dejaba
acariciar bajo la falda...
En fín cosas de la infancia
Y el jugar
a esconder en el desván, la golfilla "las golfas" y esas primeras
erecciones casi vergonzantes...
Primeras lujurias, amanecer adolescente...
juntos dentro de aquel viejo armario, cuerpo con cuerpo las mejillas
sonrosadas un beso impúber...
Y a la noche durmiendo con la tata, sus manos que te buscan y te hacen hombre así como si nada...
Darío
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