En lo alto del desván dentro de un armario viejo
tienen cierta su mansión, los cachivaches añejos.
Allí vive Manolín un muñeco de cartón
con un ojo de cristal y otro deshabitado
Manolín el gran muñeco que por los años cincuenta
del siglo recién pasado era el orgullo de niñas
y el juguete deseado.
Hoy está en el destierro del desván de la memoria
abuhardillando recuerdos...
Tiene la cabeza rota, los dedos apolillados
el pito ya no le suena,
de ropa ni un harapo.
Y sin embargo ahí está, ese milagro arcano
capaz de aceptar amor de una madre teatro.
Que envidia me das cabrón, aun estando abandonado
Porque nadie se ha atrevido a sacarte de su lado
yo fui algo prescindible y me arrojaron al barro
al frío, la soledad, al llanto, la
desmemoria
la nada de los afectos y en el recuerdo borrado.
Darío